El Hacedor de Cocodrilos
Paula está de cumpleaños, y aunque nuestras amistades en
común no acudirán a la cita, siento que esta noche mi destino es festejar con
ella. Así que parto para allá. Hernán ha cocinado y comparto la mesa con amigos
que no son los míos, pero con quienes la conversación fluye como un río mientras la comida y la bebida desaparecen.
Las historias van y vienen, y Paula comienza a contar una
respecto de su hermano y los amigos de él. Resulta ser que uno de ellos,
estando en un proceso de reflexión y análisis profundo de su propia vida, le
reveló: “Tú eres un hacedor de cocodrilos”.
Sorpresa en las caras de todos. Y contextualicemos. La
familia de Paula vivía en un país de centroamérica, donde estos animales son comunes.
Y, para un proyecto escolar, su hermano decidió realizar taxidermia a un
cocodrilo. Lamento decir que, para llegar al desenlace de esta historia, un
pobre reptil inocente tuvo que morir. Bueno, el lagarto en cuestión se
convirtió en el proyecto, un proyecto que cada vez abarcaba más personas. El
cocodrilo, mientras se desarrollaban los hechos, recibía dosis de formalina y
reposaba en el refrigerador de la familia. Y en la medida que avanzaba la
taxidermia, el cocodrilo se fue convirtiendo en un personaje en las vidas de mucha
gente, quienes trabajaban en la taxidermia, querían divisar a la bestia en
cuestión, o simplemente seguír la historia.
Hacedor de cocodrilos. Es todo un concepto. Lo que quiso
decir quien lo acuñó, es que, el cocodrilo pasó a ser mucho más que eso. Se convirtió
en algo que congregó a mucha gente en hacia una idea; a un trabajo; a funcionar
en torno a ello. Y, finalmente de alguna manera, en leyenda. Y esto no lo puede
lograr cualquier persona. Solo un hacedor de cocodrilos es capaz de lograr ese
efecto en los demás. Hay algo especial en los hacedores de cocodrilos que los
puede convertir en algo hermoso e imprescindible. Pero también en algo peligroso
y perturbador.
Y he aquí lo central de esta reflexión. Necesitamos estos
cocodrilos. La mayor parte de las personas necesitamos pertenecer, tener un
ideal, una fe, un propósito. Y ahí están los hacedores de cocodrilos para darnos
eso. Mahatma Gandhi fue un hacedor de cocodrilos. También Hitler. Siempre hay
personas que andan en busca de su proyecto cocodrilo. Siempre te puedes encontrar
con el hacedor que te lleve a la belleza. O al horror.
En tiempos que se discute tanto respecto de la violencia en
las redes sociales, de las listas negras, de las palabras que matan, tenemos
que estar atentos a los cocodrilos que nos rodean. Tenemos que educar a
nuestros hijos en tener cuidado, en sopesar los factores, en ser capaces de
buscar el bien. Y, ciertamente, se ve dura la tarea. Los estímulos son muchos,
las fuentes infinitas, los niños crecen y se nos escapa todo lo que están
recibiendo. Dejo abierta la interrogante, voy construyendo cada día, afianzando
un vínculo con ellos que espero me permita darme cuenta cuando los cocodrilos
aparezcan. Espero. Ojalá esta esperanza se me convierta en una verdad, tan
grande como la que me reveló Paula con su historia ayer.
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