Recuerdos del futuro
Se abrió la puerta y entraron en
la oficina. La madre, el padre. La niña,
en silla de ruedas, con un pañuelo que cubría su cabecita sin cabello. Una
mascarilla no me dejaba ver la parte inferior de su cara. Mirada vivaz,
expresiva, pese a que no tenía cejas que acompañaran su expresión. Y así fue
como conocí a Sonya. Desde el primer momento me cautivó la fortaleza de su
espíritu. Su rebeldía. Y la añoranza de
su querido Chiloé. En Chile, el tratamiento de muchos cánceres está centralizado,
y ella estaba en Santiago para poder tratarse el osteosarcoma
que le había arrebatada una pierna.
Estuvo junto a nosotros gran
parte del año 2018. Inquebrantable, alegre. Una comunidad completa pendiente de
sus procesos y apoyándola a ella y su familia, en todo momento. Sin embargo, su cuerpo no pudo vencer la
enfermedad. Y partió junto con el año que pasamos juntas. Ya en su querida
tierra, su Chiloé que añoraba. Y no pude estar ahí, con sus padres; cerré los
ojos y me ví abrazándolos; y pasaron
ante mí los recuerdos del futuro. El día que iba a llegar caminando sin
bastones. El momento en que conversaríamos si quería seguir estudios
superiores. Su foto de graduación. Verla con un bebé en brazos. Todo eso lo envolví,
lo guardé con cuidado en mi corazón junto con su mirada. Dibujé un copihue,
flor chilena y salvaje, y se lo mandé a su familia para que supieran que los
estaba acompañando desde acá.
Y me quedé pensando en los
momentos de ausencia. Los momentos que uno planea y que tal vez no van a ser. Es
posible que cuando alguien cursa una enfermedad larga, esta te da tiempo de
“ordenar los cajones”. Y no se lo que el destino tiene para mí. Así que pienso
que tal vez sería bueno dejar ordenados algunos cajones, solo en caso que la
vida no me de tiempo de hacerlo antes de terminar la marcha sobre esta tierra.
Yo creo que nunca estamos listos
para partir, pero siento que estaré más preparada mientras más adultos sean mis
hijos. Cuando mis padres ya hayan partido y yo los haya podido despedir.Cuando
haya completado algunas tareas que siento que son mías. Tal vez se me de esta
oportunidad, tal vez no. Siempre le digo a mis niños que cuando muera, deben
decir en mi funeral que su madre era una persona muy seria. Y ellos se ríen. No
se si será así o no, pero siento que cuando ellos tengan que preparar la
ceremonia en que me despedirán, podrán recordar esos momentos en que nos
reíamos juntos de esto. Y tal vez eso hará más liviana la pena. Me gustaría que
cuando me despidan, se puedan ver fotos
de momentos felices. Que haya comida, que haya música. Quiero que canten mis
amigas, mis hijos. Que me hagan cenizas y me dejen bajo un árbol que florezca
una vez al año. Y respirar en sus flores.
No sé si habrá algo más después.
Tampoco sé si es tan importante. Sí me importa que, lo que quede de mi deje en
otros algo que les haga bien. Y pienso en esa niña valiente, que nos dejó
tanto. La pena de perderla; lo hermoso de haberla conocido. Y los recuerdos del
futuro, que ya no serán. De todos modos ya son parte de mí.
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