Las cosas de la Virgencita de Lourdes (relato familiar)

 

En mi familia se nos da recordar y contar historias. Esta historia se debe remontar a la primera mitad del siglo XX y pertenece a personas que ya no están con nosotros. Pero la historia ha seguido su tradición oral y me parece muy digna de ser contada, y aquí va.

En esos años, mi abuelo, aún soltero, con sus hermanos y su madre, vivían en Puente Alto. En esta área de la ciudad, quedaba (y debe quedar aún), el Sanatorio El Peral. Los internos del centro estaban recluidos en dicho establecimiento por razones de salud mental, y vaya a saber uno acerca de la efectivad de los tratamientos de la época. Lo cierto es que, en un ataque de creatividad y en con futurista intención inclusiva, la dirección del centro  se encontraba en un esfuerzo de ofrecer servicios  la comunidad, que eran realizados por los usuarios que vivían en el Sanatorio.

Uno de los personajes en cuestión era barbero. Por aquel tiempo, dicho oficio se realizaba con bastante espuma de jabón y una filosa navaja. Diego, el hermano de mi abuelo, solicitó los servicios del barbero, y este concurrió, solícito. Muy profesional, desarrolló su tarea con pulcritud, pero curiosamente, se reía en forma constante mientras trabajaba. Cuando le preguntaban cuál era la razón de su permanente manifestación jocosa, solo movía la cabeza,  y respondía…. “las cosas de la virgencita de Lourdes…”, y seguía trabajando.

Se acabó el trabajo y el barbero comenzó a ordenar sus enseres. Lla familia, intrigada, le volvió a preguntar: “¿De qué se reía mientras afeitaba a Diego?”. El barbero, ya más tranquilo y sin las manos ocupadas, les respondió: “las cosas de la Virgencita de Lourdes… todo el tiempo me estaba susurrando: degüéllalo, degüéllalo!!”

Lo dejaron ir, sin más conversación…no se si habrán vuelto a solicitar servicios del sanatorio posteriormente (tiendo a pensar que no).

Y esa es la historia que ha pasado de generación en generación, acá la dejo plasmada creo que, por primera vez, porque pienso que es digna de ser recordada. Creo sinceramente que, pese a que queda mucho por avanzar, los tratamientos para las enfermedades psiquiátricas han mejorado mucho y las posibilidades de integración, también.

¡Y ojalá me de la memoria y la redacción para seguir escribiendo la curiosa memoria familiar!

 

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